Un tema fundamental en el comportamiento humano es el de la atracción interpersonal. Según el psicólogo Reis H. cuatro son los principios relacionados con la atracción entre las personas: El principio de semejanza, según el cual las personas sienten atracción por personas semejantes
a ellas, esto ha sido demostrado por Byrne realizando un experimento en
el que al voluntario se le hacía un cuestionario de actitudes y
posteriormente se le informada de las respuestas de terceras personas
desconocidas a ese mismo cuestionario, el resultado fue que mostraba más
atracción por las que coincidían más con sus propias respuestas. Otros
autores, en relación con la semejanza en los rasgos físicos, han encontrado semejanzas en el nivel de atracción de las parejas, es lo que se llama la hipótesis del emparejamiento (Murstein, 1970). En cuanto a las semenjanzas en la personalidad, Wetzel afirma que nos atraen las personas que tienen características que a nosotros mismos nos gustaría tener, el yo ideal y sólo habría semejanza cuando nuestro yo real coincide con nuestro yo ideal.
El segundo principio es el de proximidad,
al compartir el mismo entorno hay más oportunidades para la interacción
social, y para que surja la atracción a partir de esta interacción. A
veces no hay interacción pero sí surge la atracción, por el “efecto de mera exposición”, según el cual la exposición repetida
a un estímulo (una persona en este caso), que en principio es neutro,
produce actitudes positivas hacia ese estímulo. Sin embargo, la excesiva
exposición a un mismo estímulo puede provocar una actitud negativa.
El principio de reciprocidad
es básico ya que se aplica a muchos comportamientos, nos gustan las
personas a las que creemos que gustamos. Lehr y Geher ( 2006) realizaron
un experimento sobre el efecto de este principio en la elección de
pareja, comprobaron que el efecto de este principio era más fuerte que
el de semejanza de las actitudes, prevalece sentirnos aceptados que ser
semejantes.
Finalmente, el cuarto principio
está relacionado con la atracción bajo condiciones extresantes o de
ansiedad. Schachter, en 1959, demostró que las personas preferían
enfrentarse a las situaciones estresantes acompañadas por otras,
aumentando el deseo por el contacto social en estas situaciones. Sobre
este principio hay un curioso experimento que realizaron Dutton y Aron en 1994 en Canadá: se fueron al cañón del Capilano, donde hay un puente colgante de madera, de 150 metros de largo, bastante inestable y otro puente
con menor altura, más ancho y estable. Los voluntarios eran todos
hombres, la mitad de ellos cruzaron por el puente colgante y la otra
mitad por el puente estable. En la mitad del recorrido se cruzaban con
una muchacha que les hacía preguntas de un cuestionario sencillo y
relacionado con un experimento supuesto, al finalizar les daba su
teléfono y les decían que podían llamarle si necesitaban alguna
aclaración (se les insinuaba discretamente). El resultado fue que un
mayor número de hombres que cruzaron el puente inestable llamaron a la
mujer, se sintieron más atraídos que los que caminaron por el puente
estable. La explicación que dieron es que en el puente inestable los
hombres achacaban su aumento de ritmo cardíaco a la mujer, y no al
peligro del puente, sus cuerpos engañaron a su cerebro pensando que la
aceleración del ritmo cardíaco se debía a la mujer, pensando que algo
habían sentido por ella.
Por eso, cuando quieras que alguien se enamore de tí no le invites a un tranquilo paseo por la playa, o un concierto de Andy y Lucas, llévale a ver una película de terror, a un parque de atracciones, o a un concierto de Black Eyed Peas.
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