El efecto halo es un sesgo o prejuicio cognitivo que consiste en la influencia de la percepción de una cualidad de una persona en la percepción de las demás cualidades. El psicólogo Edward L. Thorndike en 1920 dio cuenta de este efecto en sus investigaciones afirmando que se suelen tener opiniones globales, bien sean positivas o negativas, de los demás, en lugar de realizar análisis variados de las personas. También Harold Kelly, con el desarrollo de la teoría de la personalidad implícita, indicó que las primeras características percibidas de una persona influyen en la interpretación de las posteriores evaluaciones de esa persona. Esto pudiera ser porque la falta de habilidad para separar aquellos atributos con fuerte carga emocional hace que optemos por simplificar y generalizar la visión que tenemos de las personas.
Así, una persona obediente se percibirá también como válida y eficiente. En los famosos, por ejemplo, su imagen atractiva y simpática hace que se asumamos que también son inteligentes o amables, por eso son tan "utilizados" en publicidad.
En el ámbito de la educación hay estudios que han llegado a la conclusión de que la presentación y la letra de un exámen influyen en la nota del mismo. En el ámbito laboral se tiene en cuenta en las entrevistas de trabajo, ya que si el entrevistador percibe una característica inicial positiva, esta puede sesgar su criterio en las posteriores, de ahí la importancia de la primera impresión; en algunos países está prohibido poner características personales en los curriculums para evitar este efecto en los seleccionadores de personal. También son conocidos los estudios que señalan que las personas con mejor aspecto físico acceden a mejores trabajos.
En resumen, este efecto bien podría equivaler al dicho: "la primera impresión es lo que cuenta", que tantas veces hemos mencionado y que tan buenos resultados da.
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