Budapest huele a seriedad, a carácter magyar, huele a paprika y sobre todo aun huele a la antigua URRSS. País sometido una y otra vez , conquistado por diferentes pueblos, dolido con la historia pero que se levanta orgulloso mirando el futuro; que renace a través de los siglos reinventándose para no morir. Ciudad fundida, devastada y destruida por ejércitos, acrisolada en el temor de la perdida; quizá de ahí el gesto adusto de sus habitantes. Calles llenas de contrastes en la que conviven palacios en los que paseo Sisi y edificios-bunker en los que los soviéticos ejercían el control sobre el pueblo. En Budapest, dos recuerdos al pasado, tan hermosos en sus formas como dolorosos en su fondo: Zapatos en la orilla del rio madre, del Danubio, del Duna en húngaro. De mujeres, hombres y niños..... nuevos, usados, elegantes, vulgares; infinitos en su forma como casi infinita es su lista de judios exterminados. 565.000 judíos fueron asesinados en territorios controlados por Hungría durante